- Samuel Prieto Rodríguez
Por qué los gigantes de telecomunicaciones están ávidos de comprar medios de comunicación

Bugs Bunny, el Correcaminos, el Pato Lucas, Piolín, Porky, los Looney Toons y los Tiny Toons tienen nuevo dueño. Batman, Flash, Linterna Verde, Superman y todos los superhéroes del universo DC tienen nuevo patrón.
Más aún, Game of Thrones, True Blood, Six Feet Under, Band of Brothers y todas esas tramas que han marcado época iniciando con The Sopranos bajo la marca HBO, tienen nuevo propietario. Lo mismo sucede con la poderosa cadena mundial de noticias CNN y múltiples canales de televisión como CW, TNT y hasta Cartoon Network, además de un grupo vasto de productoras de cine como Warner Bros, New Line Cinema, Castle Rock Entertainment, Dark Castle Entertainment y varias otras más.

Claro, el conglomerado incluye a Warner Home Video y Warner Bros. Interactive Entertainment, empresa desarrolladora, distribuidora y licenciadora de videojuegos a nivel mundial, de títulos propios y de terceros. Esta es apenas una lista compacta de todo lo que es Time Warner y los mercados en que participa, corporativo que vale 85 mil millones de dólares o al menos ese es el precio que otro gigante pagará por él: AT&T.

Ya con el visto bueno de las autoridades reguladoras de Estados Unidos, la operación subiría a algo más de 108 mil millones de dólares considerando las deudas de Time Warner.
Ahora, con esta adquisición AT&T se pone de tú a tú con su rival Comcast, que también ofrece servicios de TV por cable, internet y telefonía, propietario además de NBC-Universal, conglomerado de medios que le compró a General Electric en 2009.
Aunque cabe decir que las autorizaciones de la Comisión Federal de Comunicaciones y los organismos antimonopolios no son un asunto fácil. Últimamente se toman mucho más en serio la concentración de poder político y económico. El candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, ya se adelantó a criticar la compra de Time Warner y dice que no debe autorizarse, como tampoco debió suceder con la de NBC-Universal.

Si bien es la mayor empresa de telecomunicaciones del mundo por ingresos, AT&T decidió virar su estrategia hacia la compra de medios de comunicación y generadores de contenidos en 2011, cuando quedó claro que ya no podría expandirse más en su mercado. Ese año la División Antimonopolio del Departamento de Justicia decidió no permitirle hacerse de T-Mobile, así que en 2015 se convirtió en el segundo mayor proveedor de televisión de paga mediante la compra de DirecTV.

Pero ¿a qué se debe ese interés de las empresas de telecomunicaciones por adquirir medios de comunicación y productoras de contenidos? La respuesta está en la convergencia. Cada vez más usuarios consumen información y entretenimiento mediante sus dispositivos móviles y televisiones conectadas a internet, así que es una manera de ofrecer servicios integrales para evitar que los clientes se descuelguen por alternativas externas como Netflix y otros OTTs.
En México, el gigante de telecomunicaciones América Móvil está impedido por su título de concesión y el Instituto Federal de Telecomunicaciones para ofrecer servicios de TV. Así ha sido desde que Telmex fue privatizada en 1990, cuando la convergencia no era un tema sobre la mesa, como un mecanismo para que el entonces monopolio telefónico no se apoderara del entonces monopolio televisivo o viceversa.

Ahora, Televisa tiene una división de telecomunicaciones que ofrece telefonía, internet y TV de paga. Telmex, por su parte, sólo cuenta en el país con un servicio de video bajo demanda llamado Claro Video y un ente conocido como Uno TV que opera el canal de televisión de paga Claro Sports y noticieros para el canal 52MX de Dish, que son sujetos de cuestionamientos legales por parte de las televisoras que argumentan violación a las normas federales y al título de concesión.
Ese es un tema aparte. El punto es que el universo multiplataforma desdibuja cada vez más la línea.