- Samuel Prieto Rodríguez
Periodistas agredidos: los peligros del mundo real y las patrañas del activismo online

La forma en que la periodista Yohali Reséndiz relata y documenta la amenaza y la manera intimidante en que se le hizo llegar, no deja espacio para minimizar el asunto.

La reportera acudió por ayuda a Artículo 19, organización independiente que afirma trabajar alrededor del mundo en la protección y promoción de la libertad de expresión. Su nombre se origina en el Artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Pero la respuesta de esa ONG fue esta:

Dada la circunstancia, seguramente lo que procede es hacer un llamado atento a los señores represores para que tomen vacaciones como lo hacen los organismos de defensa de las garantías individuales, sí, esos que se rasgan las vestiduras denunciando la indolencia, negligencia e ineficiencia del Estado.
Iniciada la ola de indignación del gremio en las redes, Artículo 19 decidió recular, subirse a ese activismo de palabras y casi nunca de hechos, y hacer su labor al menos con un tweet.

Así que, de todas formas, las redes mostraron nuevamente que tienen su eficacia. El tema llegó a un punto de tal impacto que la autoridad no podía quedarse cruzada de brazos sin quedar bastante mal, así que la Comisión Nacional de Derechos Humanos reaccionó con toda la ayuda posible para la periodista.

El gobierno de la Ciudad de México también se apresuró a aceptar la solicitud de la CNDH para brindar protección a Yohali Reséndiz y hasta a acompañarla en el inicio de la carpeta de investigación en la Fiscalía Especializada de la Procuraduría General de Justicia.
Esta no es la primera ocasión en que la reportera recibe un mensaje de ese tipo. En enero de 2015 le llegaron otras amenazas altisonantes en Twitter de las que no hay un culpable señalado por la autoridad. Si esta nueva investigación arroja un resultado, ya se verá. Pero en el camino, el activismo online demostró nuevamente ser más una pose que una vía real de solución.

Otro caso es el del columnista Álvaro Cueva. Tras ser acusado en redes sociales de aprobar e instigar la violencia contra la senadora Ana Gabriela Guevara y la cantante María Barracuda, una usuaria de Change.org, la plataforma de peticiones más popular usada por los activistas, inició una exigiendo la disculpa pública del periodista y su despido del diario Milenio.
Eso parece tener una explicación razonable dado que, en cuanto a libertad de expresión, dos de los ingredientes más característicos son el acuerdo y el desacuerdo. El problema es que Change.org no permite el derecho de réplica y por ello termina siendo tan arbitrario como las prácticas que suelen denunciarse en su sitio web.
“Traté de contactarme con la gente de Change.org para aclarar que esa petición estaba mal, que se sustentaba en unas cuantas frases y no en el texto completo, que era una difamación. ¡Pero qué cree! Change.org no ofrece esa posibilidad o al menos no la ofrece de manera notoria. ¿Qué quiere decir esto? Que cualquiera puede engañar al que se deje para perjudicar a terceras personas”, explica Álvaro Cueva.
Las patrañas del activismo online.