- Samuel Prieto Rodríguez
Gasolinazo. El manejo de crisis, lo peor de la crisis

Para nadie es un secreto. La estrategia de comunicación del gobierno actual es tan mala que parece diseñada para mantener al presidente hundido en el descrédito. Una de las peores torpezas es esa relación de familia disfuncional creada entre gobernante y gobernados.
En la opinión colectiva reforzada por las muy ruidosas facebookcracia y twittercracia, el mandatario aparece como un personaje particularmente tonto, corrupto e insensible a las necesidades y demandas de la población. En respuesta a eso sus estrategas lo presentan como el gran líder incomprendido a quien nadie agradece sus esfuerzos.
La cereza en el pastel de ese discurso de autocompasión es el slogan "lo bueno casi no se cuenta pero cuenta mucho", adoptado por la administración federal a partir de la promoción de IV Informe de Gobierno. Más recientemente, el 25 de octubre de 2016 en un foro empresarial, Peña Nieto afirmó: "un presidente no creo que se levante ni creo que se haya levantado pensando, y perdón que lo diga, en cómo joder a México".
Esa fue sólo una de las varias ocasiones en que ha mostrado públicamente una frustración por la manera en que se ve a su gobierno. "Ya sé que no aplauden", musitó por ejemplo el 3 de febrero de 2015 al terminar una rueda de prensa en que anunció medidas para evitar el conflicto de intereses y una investigación sobre el escándalo de una propiedad suya conocida como la casa blanca. No había funcionarios ni simpatizantes presentes, sólo periodistas cuya labor no es vitorearlo.

Con la crisis social desatada por el aumento de hasta 20 por ciento a las gasolinas, los responsables de la comunicación gubernamental siguen empecinados en utilizar su misma estrategia. El discurso del mensaje a la nación que le escribieron al presidente dice que era necesario elegir entre continuar subsidiando el precio del combustible o financiar programas sociales y luego pregunta "¿qué hubieran hecho ustedes?". Es decir, ¿en vez de protestar hay que agradecerle?
Igual que en las ocasiones anteriores, el resultado fue la burla adicionada con el malestar generalizado por las continuas noticias sobre el dispendio en el poder como los sueldos y aguinaldos exorbitantes de altos funcionarios, ministros de la Corte y legisladores; los escándalos del propio mandatario como el de la casa blanca o los casos de corrupción llevada a niveles estratosféricos como el del exgobernador de Veracruz, Javier Duarte, quien militaba en el mismo partido político.
En contraposición, la convocatoria en las redes sociales al saqueo de comercios en protesta parece estar más que bien articulada. Los hashtags #Gasolinazo y #SaqueaUnWalmart entre otros, tuvieron tal éxito que esos desmanes se dieron en docenas de tiendas de autoservicio en varios estados. Se sabe que todo eso se generó mediante bots en redes sociales y recursos como mensajes de voz engañosos en cadena por WhastApp y otros servicios de mensajería instantánea.

La gran pregunta es quién es el responsable de esta campaña y cuál es su interés. Este tema también es otra fuente de controversia. Hay quienes acusan al propio gobierno de infundir pánico para evitar una desestabilización mayor, otros lo atribuyen a la oposición de izquierda más populista y otros a fenómenos más disparatados.
La histeria colectiva iniciada en las redes no es nueva. Hace pocos meses sucedió con algo tan tonto e inverosímil como una moda de supuestos payasos asesinos que aterrorizó a Estados Unidos, Inglaterra, Australia y llegó a México de rebote.
Frente a esa clase de fenómenos, la comunicación gubernamental se queda muy rezagada y ocasiona efectos adversos a políticos y administradores públicos ya de por sí desacreditados. Una compleja crisis de liderazgo.