top of page
  • Samuel Prieto Rodríguez

Bots, gifts, memes y fake news: las armas de la guerra sucia en internet


La disputa por el poder político es cada vez más implacable y cruel. Una guerra así de furiosa se pelea con cada vez más armas y en una cantidad cada vez mayor de trincheras. La especialización del marketing político ya va mucho más allá de exhibir los trapos sucios del oponente en entrevistas y debates, además de recetar miles y miles de spots al electorado por radio y televisión adicionados con una continua agresión visual mediante bardas pintadas y toneladas de pendones, mantas y anuncios espectaculares que saturan las calles.

Ahora también hay bots, gifs, memes, redes sociales y fake news. Las noticias ya no sólo suceden, también se generan, se crean, se siembran y hasta se inventan. La ciencia del rumor, el chisme y la mala leche llevada al máximo nivel de especialización con ejércitos de mercadólogos, publicistas, periodistas, politólogos e ingenieros de datos expertos en métricas, ratings y todo tipo de mediciones. Una mezcla precisa de tecnología informática y psicología del comportamiento al servicio de la política.

Es toda una industria millonaria bien estructurada con sus insumos, proveedores, cadenas productivas y economías de escala. Todo inicia con una firma robusta de marketing político con un portafolio lo más amplio posible de servicios para la ofensiva: social media, cuentas fantasmas en redes sociales, ciberataques, flujo de información entre influencers, sitios informativos, de opinión, de parodia y, por supuesto, de fake news. La defensiva es igualmente importante así que también debe incluir contención, manejo de crisis y otras utilidades.

Las estrategias se manejan desde el despacho pero varios de los servicios que la integran se subcontratan. Esa es la fuente de ingresos de los sitios de fake news como Argumento Político.

La ventaja de un portal de fake news es que sembrar una noticia falsa no implica problema alguno. Simplemente se usa un contexto real, se agrega una suposición que empate con lo que a la gente le gustaría saber, leer o escuchar sobre un integrante de la desprestigiada y decadente clase política y listo. Para cuando la nota se desmienta, si es que se logra del todo, ya habrá surtido el efecto que buscaba de cualquier manera. El efecto se multiplica tan rápido como un virus y aún más si algún reportero ingenuo y flojo o un medio de comunicación ávido de audiencia le da eco.

Un sitio de fake news no está sometido a prácticamente ninguna supervisión de autoridad o regulador alguno y ese es el principal atractivo para los estrategas. Se puede generar una historia falsa, polémica o morbosa que se convierta en tendencia con sólo postearla. Los pagos no requieren seguimiento ni rastreo alguno así que un maletín con billetes es incluso lo más conveniente, lo que no sucede con redes como Twitter o Facebook en que las tarifas para colocar una tendencia son absolutamente públicas y las transferencias electrónicas rastreables y comprobables.

Pero la presencia y el dominio de las redes sociales no son renunciables en la estrategia. Para eso, además de los influencers habituales, otros proveedores importantes son las legiones y sectas como Holk y 100tifik, que operan cantidades tan grandes de bots que tienen el poder de convertirse en tendencia y llamar a la acción en minutos. Un ejemplo claro es la manera en que lograron crear un caos casi nacional con el hashtag #SaqueaUnWalmart en enero, aprovechando el malestar general por el gasolinazo. La psicosis que crearon fue de tal magnitud que 20 mil comercios cerraron nada más en la capital mexicana y muchas personas se encerraron en sus casas desde temprano en un par de noches por temor a rumores de disturbios demasiado violentos.

Así de especializado es el arsenal. Los despachos de mercadotecnia política con sus asociados y asesores de imagen usando trajes y corbatas refinados, son sólo la punta del iceberg. ¿Cuánto cobran por ello? Muchos millones... o no. El costo es alto. Si se paga con dinero, la pregunta es cómo se registra en la contabilidad de los partidos, candidatos u otros clientes habituales que reciben la gran mayoría de sus ingresos de recursos públicos salidos de los impuestos.

La alternativa es aún más oscura. “Normalmente es por tres meses de la campaña, siempre con opción a que baje esto (el costo del servicio) a cero, depende de qué me des cuando ganes y también depende del actor (cliente)”, le dijo a Peniley Ramírez, periodista de Univision, Carlos Merlo el dueño de Victory Lab, una de las empresas que ofrecen servicios integrales de social media, parte de la cadena productiva de esa intrincada red de estrategas y especialistas.

Una raza de técnicos, hackers, nerds, geeks y otros animales cibernéticos y políticos enquistándose en los círculos del poder, ingresando y tomando su cuota por la discreta puerta de atrás.

#Periodismo #Fenómenosmediáticos #Internet

bottom of page