- Samuel Prieto Rodríguez
¿En serio, otro periódico?

Nace o renace El Heraldo de México, agoniza La Jornada y Excélsior alcanza el centenario. Las modificaciones más recientes en el mapa de la prensa impresa mexicana que tiene la misma estabilidad que la placa tectónica de Guerrero, claro, salvo las excepciones conocidas.
¿En serio? ¿Otro periódico? Digo, qué bueno, más empleos en el medio y una opción más para los lectores. Pero siempre que esto sucede, llegan las mismas preguntas. ¿De verdad necesitamos más diarios? ¿Hay mercado? ¿Aún son viables los medios impresos? Algunos todavía gustamos del café matutino con un ejemplar en papel a la mano, pero somos una especie en extinción. Cuando éramos muchos, era hasta una actividad familiar: papá con la primera sección y la deportiva, los niños con las entonces infaltables tiras cómicas y mamá con las páginas de farándula o los suplementos de vida y estilo. No había desperdicio. Todo ese papel servía después para dejar relucientes los vidrios, madurar aguacates o venderlo por kilo. Hoy tenemos internet, smartphones y tablets.
¿Se acuerda del periódico El Independiente? Nació encabezado no por uno sino por dos directores de alto calibre: Raymundo Riva Palacio y Javier Solórzano. Aun así, vio salir su último ejemplar el 11 de junio de 2004, sólo una semana después de haber cumplido su primer año, claro, luego del sainete de los video escándalos protagonizados por su propietario, Carlos Ahumada, entregándole fajos enormes de billetes al político René Bejarano. ¿Así no cuenta? Bueno, ¿qué tal el periódico El Centro? Tenía un diseño editorial muy innovador, a colores y plumas de buen nivel, pero estuvo en circulación únicamente 19 meses hasta el 11 de octubre de 2008.

Entre los clásicos que leían nuestros padres y abuelos estaba Novedades, que salió por última vez el 31 de diciembre de 2002 tras 65 años en los puestos de periódicos. ¿Otro más? Qué tal uno insoslayable nacido en 1984 de una escisión importante de periodistas de Unomásuno, salidos a su vez de Excélsior tras el golpe echeverrista de 1976. Muchos de ellos formaron una asamblea de accionistas que dio origen a La Jornada, diario que afortunadamente no ha muerto pero está pasando por una dolorosa y prolongada agonía.
"Los periódicos en papel no van a sobrevivir" y no es una afirmación de quien sea sino de Martin Baron, director de The Washington Post, considerado por muchos como el mejor director de periódicos del planeta. "Vivimos en un mundo digital dominado por el teléfono móvil. La gente lee las noticias mientras camina por la calle, mientras espera el autobús, mientras hace fila en el supermercado. La mayoría de los ciudadanos y especialmente los jóvenes reciben la información de manera digital y a través de las redes sociales. Esa es la realidad y tenemos que vivir en ella. Obviamente los periódicos existirán por un tiempo, pero lo cierto es no hay muchas evidencias de que el papel vaya a ser el futuro y, por el contrario, sí hay muchas evidencias de que el papel puede no ser el futuro. Ha llegado el momento de reconocer que nuestro sector está cambiando a fondo y rápidamente. Tenemos que lidiar con esa realidad", afirmó no hace mucho.

Pero, bueno, ya tenemos aquí al nuevo vecino en la cuadra así que echémosle un vistazo. El Heraldo de México es nuevo, pero también un clásico. En su época anterior nació en los primeros años de la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz, el último tramo del desarrollo estabilizador y el "milagro mexicano" en que las familias vivían en santa paz, no había nada más barato que el dólar y la filosofía generalizada era que "vivir fuera del presupuesto es vivir en el error". El gobierno era tan autoritario que tenía los hilos de todo, incluidos los medios.
El empresario poblano Gabriel Alarcón Chargoy había sido el dueño de las salas cinematográficas Cadena de Oro en sociedad con William Oscar Jenkins, quien después la fusionó con la Compañía Operadora de Teatros de Manuel Espinosa Yglesias, creando así un monopolio de manera tan hostil que Alarcón fue acusado hasta de orquestar el homicidio del líder del Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica, Alfonso Mascarúa, en 1954. El monopolio, que no sólo dominó a la exhibición sino también a la producción, terminó siendo expropiado por el gobierno de Adolfo López Mateos y duró así hasta la privatización del paquete de medios en 1993, junto con Imevisión y los Estudios América.
Cuando Gabriel Alarcón se quedó sin sus cines, decidió fundar un periódico que circuló desde el 9 de noviembre de 1965 hasta el 19 de noviembre de 2003. El Heraldo de México nació con todo el tufo de la modernidad de aquellos años. Dejó a un lado a la prensa monocromática que ofrecían los periódicos de alcurnia como El Universal y Excélsior que además eran complicadísimos de leer con sus notas largas y distribuidas en varias páginas de más de una sección. Junto con El Sol de México, El Heraldo de México irrumpió con su presentación a color y un diseño editorial más visual y conciso.
A ese periódico le tocó el paso traumático de aquel desarrollo estabilizador del que México había disfrutado desde la década de los 50 a las severas crisis sexenales de 1970 a 1994, pasando por el liberalismo social salinista, después el neoliberalismo zedillista y la llegada de la alternancia política a la residencia presidencial. Su sección de espectáculos era tan influyente y robusta que cada año la entrega de los Heraldos reunía a la crema y nata de la televisión, la música, el cine e incluso los deportes. Muchas ganadoras del título de El Rostro de El Heraldo de México tuvieron así el impulso para sus carreras como actrices o cantantes.
El resto es historia más conocida. A la muerte de Gabriel Alarcón, su periódico cayó en la debacle y los herederos lo vendieron al entonces líder de opinión más prestigiado de la radio, José Gutiérrez Vivó, quien lo convirtió en el Diario Monitor que nació agonizante y acabó siendo el último clavo en el ataúd de Infored y su propietario del que ahora ni quien se acuerde.

La verdad es que ese viejo Heraldo y el nuevo que salió a la circulación este 2 de mayo no tienen nada en común salvo el rescate del cabezal, que ahora es propiedad de Roberto Henaine Buenrostro, hijo del empresario poblano Ricardo Henaine Mezher quien fue propietario del equipo de futbol de ese estado y beneficiario de prebendas notorias durante los periodos gubernamentales de los priistas Mario Marín y Melquiades Morales, cuando obtuvo la concesión del aeropuerto internacional “Hermanos Serdán” y otros desarrollos inmobiliarios como una reserva territorial en la exclusiva zona de Angelópolis para instalar un parque de diversiones.
Henaine puso en circulación, por un tiempo, una edición local de El Heraldo en Puebla, donde el nombre tiene mucho arraigo y para hacerlo consiguió del mismo gobierno estatal, en comodato, una casona histórica conocida como “El Mesón del Cristo” para instalar las oficinas y la redacción. Su amistad con los dueños del Unomásuno, Naim Libien Kaui y Naim Libien Tella, también le sirvió para que sus rotativas le hicieran la maquila impresa. Como nota al calce, a la postre, los Libien fueron señalados en el ámbito nacional por defraudar al fisco y en el internacional por presuntos nexos con un brazo financiero del narcotráfico, según el Departamento del Tesoro de Estados Unidos
Desde la llegada del panista Rafael Moreno Valle a la gubernatura, se acabaron los negocios y prebendas para los Henaine en Puebla.

Para el relanzamiento de El Heraldo de México ya desde la capital mexicana se agrega como socio Ángel Mieres Zimmermann, empresario experimentado en la venta de automóviles mediante su empresa Grupo Andrade que tiene una red de agencias en donde comercializa unos 22 mil vehículos anuales, lo mismo Chevrolet que Chrysler, Fiat, Ford, Hyundai, Peugeot, Suzuki, Seat o Volkswagen entre otras marcas.
Este 2 de mayo, El Heraldo de México salió nuevamente a la circulación con 60 mil ejemplares en 15 ciudades y su plan es lograr la circulación nacional. Veamos cuántas de sus glorias pasadas logra recuperar.