- Samuel Prieto Rodríguez
Ana y Bruno, magia cinematográfica y financiera
Vea el tráiler, es cortito, dura menos de un minuto y medio. ¿Le parece que podría pasar como una película de Pixar, DreamWorks o algún otro de esos grandes estudios internacionales? Yo creo que sí.
El equipo creativo comandado por el director Carlos Carrera cuenta la historia de una niña que escapa de un hospital psiquiátrico con la ayuda de los seres imaginarios de los pacientes. Carrera es mexicano, ha ganado en Cannes por ejemplo con el cortometraje El Héroe, tiene otros 8 animados y obras cinematográficas de nombre y taquilla como El Crimen del Padre Amaro.
Dejemos a un lado la tontería en que incurrimos cada que hay una nota sobre algo o alguien de acá, con calidad mundial: “El primer mexicano que…” “Un producto mexicano sobresale internacionalmente…” Como si fuera tan raro. Aquí hay talento, inventiva, creatividad y hasta maña. También un complejo de inferioridad generalizado que nos hace pensar que es muy extraño cuando alguien hace algo así de bien. La realidad es que eso sucede todo el tiempo nada más que no siempre con tantos reflectores.
Lo que sí es todo un mérito es que Carrera haya librado el problema principal, es decir, el dinero. El proyecto inició en 2010, o sea que tardó 7 años en terminar de materializarse.
Originalmente se planteó alguna coproducción con países europeos pero “la película se iba a 40 millones de dólares. Era más costosa en el extranjero de esa forma”, comentaba el director en abril, así que comenzó a trabajar en México con 40 animadores de Lo Coloco Films, Grado Cinco, Ítaca Films y Anima Estudios.
Quedándose en el país, con algunos malabares financieros y estirando cada billete, logró bajar el costo hasta un poco más de 5 millones de dólares, o sea, unas 8 veces menos de lo que habría sido en alguna otra parte y aun así es 4 veces el presupuesto de una película mexicana promedio.
En un principio no fue tan complicado, cuenta Carrera, pero con el paso de los meses sí porque es muy difícil que los inversionistas accedan a apostar a un proyecto de muy largo plazo y con un nivel de riesgo tan alto. Además, recuerda que “la mitad del equipo que comenzó se fue a Australia, Inglaterra, Alemania y Japón”, lo que demuestra que en México por talento no paramos, pero hubo muchos momentos en que Ana y Bruno estuvo muy cerca de ser un proyecto inconcluso.
Por ahí de la mitad del camino, los productores Mónica Lozano y Alex García llegaron a darle oxígeno. García comenta que tomar el proyecto fue algo prácticamente natural porque en América Latina se hace muy poca animación y él encabeza Anima Estudios, donde se creó la saga titulada Las Leyendas basada en monstruos folclóricos como Las Momias de Guanajuato, La Llorona o El Chupacabras.
“Este es un proyecto estilo Tim Burton, para niños pero con un tema más sombrío. A los niños les gusta asustarse. Hay una línea delgada de qué tanto los asustamos. En este caso la cruzamos con una animación más compleja y más oscura”, cuenta el productor. La calidad de la animación fue mejorando con el uso de la tecnología más actual posible. El producto final se observa bastante mejorado con respecto a los primeros ensayos que tomaron forma en 2011.
El filme tuvo su estreno, por fin, en el 41 Festival Internacional de Cine de Animación de Annecy apenas el pasado martes 13 de junio. El público internacional y especializado que acudió a la proyección aplaudió, mostró mucho interés y planteó numerosas preguntas sobre el primer largometraje de animación 3D estereoscópica de Carlos Carrera.
Por ahora, Bruno y Ana no tiene fecha de estreno en México pero se espera que se proyecte en eventos próximos como el Festival Internacional de Cine de Morelia si no hay contratiempos. Ya sabe usted, tenemos mucha creatividad en México pero también mucha burocracia.

En algún momento podremos verla en las salas de cine comercial. No con la mercadotécnica y tiempo previo de promoción de las grandes producciones de Hollywood, pero una buena obra cinematográfica hecha por mexicanos en México siempre se agradece porque, cabe reconocer, sigue siendo un garbanzo de a libra.