- Samuel Prieto Rodríguez
Pegasus. El #GobiernoEspía y el periodismo en crisis de rigor

Que el gobierno mexicano espía, no es un señalamiento nuevo. Esta vez se hizo bastante más viral por un reportaje extenso de The New York Times, hecho por sus corresponsales Azam Ahmed en la Ciudad de México y Nicole Perlroth en Boulder, Colorado. Aquí está la versión en español. De inmediato, el hashtag #GobiernoEspía se volvió una abrumadora tendencia. Estas infografías de Artículo 19 y Pictoline hacen resúmenes muy eficaces.


Y esta es la respuesta del gobierno, ni siquiera escrita por Eduardo Sánchez, el vocero, sino por su subalterno Daniel Millán Valencia, Director General de Medios Internacionales, casi en una servilleta, mostrando así el nivel de interés que tiene la Presidencia de la República en el tema.

Las palabras presentes y también las ausentes dicen cosas. La réplica no desmiente el espionaje ni muestra disposición alguna a investigar por convicción o iniciativa propia, o revisar sus procedimientos. Sólo subraya que “no hay prueba alguna” y llama a las posibles víctimas a que “presenten su denuncia ante la Procuraduría General de la República” que no tiene autonomía alguna del gobierno e incluso es señalada como una de las 3 dependencias que utilizan presuntamente el sistema Pegasus, junto con La Secretaría de Gobernación y el Centro de Investigación y Seguridad Nacional.
Pero en algo sí tiene bastante razón la respuesta. El reportaje de The New York Times no contiene una sola prueba. Claro, también hay que decir que quienes hacemos periodismo de investigación hemos tenido que hacer uso en algún momento de recursos que permiten sustentar de manera sólida un hecho evidente para el que no hay pruebas directas, como testimonios, cruces de información, seguimientos, etc. Se trata de reunir todos los argumentos posibles y convincentes para mostrar que algo que se ve como pato, suena como pato y camina como pato, muy posiblemente es un pato.
En estricto rigor periodístico, el texto del NYT no hace siquiera eso. Tiene testimonios de presuntas víctimas que confirman que recibieron mensajes como los que usa Pegasus para lograr que abran links con el código para intervenir sus comunicaciones, incluso alguno dice que tiene un “análisis forense independiente” pero no lo muestra. Más aún, el reportaje hace afirmaciones directas sin sustento.
“Según decenas de mensajes examinados por The New York Times y analistas forenses independientes, el software ha sido utilizado para vigilar a algunas de las personas que han sido más críticas del gobierno, así como a sus familiares”, pero no exhibe uno solo y mucho menos que su origen sea una agencia gubernamental.
“Desde 2011, al menos tres agencias federales mexicanas han gastado casi 80 millones de dólares en programas de espionaje de una empresa de origen israelí”, pero no muestra un solo documento como evidencia de ese gasto.
“Las agencias mexicanas de seguridad no le pedirían una orden a la corte porque saben que no la obtendrían”, dijo Eduardo Guerrero, un exmiembro del Centro de Investigación y Seguridad Nacional de México, una de las agencias gubernamentales que utilizan el programa espía Pegasus. “¿Cómo sería posible que un juez autorizara vigilar a alguien que se dedica a la protección de los derechos humanos?”. A ver, ¿quién es Eduardo Guerrero? Si ya nos dijeron su nombre y que trabajó en el CISEN, ¿no daba igual que especificaran si fue director de algún área estratégica de inteligencia o un analista o un empleado administrativo, si vio o tuvo acceso a Pegasus o si le consta personalmente el espionaje y de qué manera?
“Los ciberataques sofisticados en contra de ciudadanos son indicativos de las luchas internas que se libran en México y despiertan cuestionamientos legales y éticos sobre un gobierno que enfrenta fuertes críticas por sus antecedentes en temas de derechos humanos”. ¿Cuáles luchas internas específicamente? Porque hay muchísimas y generalizar, en periodismo, es una práctica pésima.

No estamos defendiendo al gobierno. Espía y todos lo sabemos. Lo que estamos defendiendo es el periodismo, su ética, su calidad y su rigor, más en un tiempo en que cualquier chupatintas de red social puede generar escándalos mayúsculos y virales sin sustento alguno. Eso, sin contar que la respuesta del gobierno señalado puede ser así de simple: “no hay prueba alguna”.
Claro, el efecto dominó se da de todos modos. El Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, ya salió, ahora sí, a desmentir el espionaje. La Comisión Nacional de Derechos Humanos ya le pidió públicamente al gobierno que no utilice esa clase de prácticas con activistas y periodistas. Además, la Conferencia Nacional de Gobernadores levantó la mano para condenar el hecho durante la 47 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos, donde también causó revuelo.
Esta no es la primera ocasión en que The New York Times pone el foco en el espionaje en México. El 11 de febrero había publicado otra nota en que denunció esa práctica con la misma forma de operación contra promotores de un impuesto a los refrescos.
Sin duda, una buena colección de pistas sobre algo que todos sabemos que sucede. Hay que sustentarlo bien. En una carpeta de investigación judicial, no sirve de nada una acusación sin las pruebas necesarias porque el delincuente termina libre y absuelto, o en este caso, investigándose a sí mismo. La responsabilidad del periodismo es muy comparable con eso.