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  • Samuel Prieto Rodríguez

Coco, un remedio cultural significativo para el fervor nacionalista de Trump


Primero en México, después en el resto del mundo. No, no es uno de esos nacionalismos de tontería. Así está planeado el estreno de Coco, la película más reciente de Disney-Pixar que llega a las salas cinematográficas comerciales mexicanas el viernes 27 de octubre, muy ad-hoc con su temática: el tradicional Día de Muertos. En el resto del orbe, comenzando con Estados Unidos, será a partir del 22 de noviembre que corresponde con el feriado de Thanksgiving Day.

Calza como si estuviera mandado a hacer. Este estreno de Pixar parece una especie de remedio cultural significativo para el fervor nacionalista de Donald Trump con todo y su idea de un enorme muro fronterizo, su amenaza contra el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y los desaires y desencuentros que han ido acumulándose.

La trama, como todas las de Pixar, es una historia sencilla de contar pero con sus mensajes profundos entrelíneas. El secreto, como siempre, está en los personajes diseñados para ser entrañables y las ambientaciones encantadoras. El homenaje cultural a México está personificado en Miguel, de 12 años, músico nato, aspirante a guitarrista en un pueblo rural mexicano, cuya familia de zapateros descendiente del ícono musical Ernesto de la Cruz, prohibió la música por razones trágicas.

Después de tomar prestada la guitarra esquelética de quien parece ser su tatarabuelo, personaje inspirado en Pedro Infante, Miguel es transportado a la Tierra de los Muertos durante la festividad, donde trata de recuperar su herencia familiar y regresar a casa con la ayuda de Héctor, un esqueleto bastante simpático, embaucador y tramposo.

Claro, en el camino, la ofrenda a una de las tradiciones mexicanas más festivas, coloridas y conocidas en el mundo no estuvo a salvo de la actitud gandalla de Disney que protagonizó en 2013 el ridículo y burdo intento afortunadamente fallido de registrar como propiedad intelectual la frase Día de Muertos. La comunidad latina enfureció. Uno de sus líderes visibles, el caricaturista Lalo Alcaraz, autor de la tira cómica diaria La Cucaracha que circula en más de 60 periódicos en todo el territorio estadounidense, publicó en protesta una parodia esquelética de Mickey Mouse. También hizo eco de la condena en sus participaciones en la revista LA Weekly y en The Pocho Hour of Power, su programa semanal de radio.

Ante la ola de repudio, Disney retiró de inmediato la solicitud de marca registrada y Pixar entró al quite en el manejo de crisis buscando comunicación con organizaciones de mexicanos. Su operación fue tan efectiva que Alcaraz terminó aceptando formar parte de un grupo de consultores culturales integrado también por otras figuras destacadas de la comunidad hispana como el dramaturgo y director de teatro Octavio Solís y Marcela Davison Avilés, directora y productora ejecutiva de Camino Arts, una iniciativa sin fines de lucro que impulsa la cultura y las artes.

Las aportaciones de ese grupo fueron diversas, incluso pasando por el señalamiento de que Coco no terminara siendo un refrito de El Libro de la Vida, película hecha bajo el sello de 21th Century Fox en 2014, producida por Guillermo del Toro y dirigida por Jorge Roberto Gutiérrez, en la que Manolo, un joven torero, se debate entre cumplir con las expectativas del oficio familiar o dedicarse a lo que realmente le apasiona, la música. Antes de escoger el camino que seguirá, emprende una aventura recorriendo tres mundos fantásticos en los que tiene que superar sus peores miedos. En el papel, muy parecido ¿no?

Veamos si en la realización y la forma de abordar la trama se separan los caminos.

La dirección de Coco estuvo a cargo de Lee Unkrich, quien afirma que su proyecto ya estaba en marcha cuando se enteró de la existencia de El Libro de la Vida. Tiene mucha experiencia contando historias al estilo Disney-Pixar. Trabaja ahí desde 1994, inició como montajista y en su portafolio ya ha codirigido 3 películas: Toy Story 2, Monsters Inc. y Finding Nemo. Después de eso dirigió Toy Story 3 y ahora agrega esta nueva cinta a su currículum vitae.

Para realizarla ocupó mucha investigación y estudio, justo apoyado por el grupo de consultores culturales. Viajó a las ciudades de Oaxaca y Guanajuato que sirvieron de inspiración para la Tierra de los Vivos y la de los Muertos. También se embarcó en una exploración minuciosa por la idiosincrasia de una familia tradicional provinciana en México, usos y costumbres, tejido social, etc.

Las reflexiones filosóficas fueron de gran ayuda para descubrir el significado de la muerte. "Si estás en la Tierra de los Muertos ¿qué hay en juego si todos ya están muertos y nadie puede salir herido?", preguntaba Unkrich. Según la cultura mexicana, hay múltiples muertes: el acto físico de morir, el entierro, y cuando ya no te recuerdan.

“Entonces hicimos de eso una idea central en la Tierra de los Muertos”, comenta el cineasta. “No están ahí para siempre, hay otro lugar más allá y en el momento en que nadie te recuerda más, dejas de existir en ese mundo. Nuestros consultores culturales nos ayudaron a comprender exactamente cómo expresar eso”.

Para nadie es desconocido que Hollywood está enfrentado con Donald Trump, quien preside una nación a la que él mismo ha estado dividiendo desde su campaña electoral con posiciones radicales y discursos de odio. Queda claro que la nueva película de Disney-Pixar no fue hecha con el propósito expreso de limar asperezas con un homenaje a una tradición mexicana, pero parece funcionar. Será muy interesante ver cómo es recibida en el país que la produjo.

#Cine

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