- Samuel Prieto Rodríguez
La todopoderosa televisión de antaño y el presente

Hoy no es cool reconocer que se ve televisión y la causa de ello está basada en una historia de décadas en que ese medio se ganó muchas veces a pulso las etiquetas de mentiroso, manipulador, enajenante y desinformador, entre otras.
Esos estereotipos también dieron pie a muchas historias y varios mitos. Uno de ellos es que la noche del 2 de octubre de 1968, Jacobo Zabludovsky habría iniciado su noticiero con la frase “hoy fue un día soleado” y omitido por completo informar sobre la matanza de estudiantes en Tlatelolco.
Esa es lo que ahora llamaríamos una fake news. El noticiero 24 Horas, que fue la fuente de información de los mexicanos por décadas, aun no existía. Se estrenó hasta el 7 de septiembre de 1970. En 1968, Zabludovsky conducía junto con Pedro Ferriz un noticiero a las 6:45pm por el canal 4 que, en efecto, iniciaba saludando con las condiciones climáticas que había tenido el día. Los sucesos trágicos de Tlatelolco se desataron hacia las 6pm y en esa época las noticias no se dispersaban tan rápido, no existían los teléfonos móviles, faltaban décadas para la llegada de internet y ni hablar de las redes sociales. La tecnología para transmisiones remotas en vivo aun no era común, el videotape se operaba en carretes enormes y pesados que no permitían inmediatez y el videocasete profesional todavía no aparecía en escena, así que muy probablemente en la redacción del noticiero ni siquiera estaban enterados de lo que estaba ocurriendo en ese instante.

Pasado más de medio siglo, en esta época de personas hiperinformadas con acceso a muchas opciones inmediatas, está más que demostrado numérica y estadísticamente que la gran mayoría de los mexicanos de todas las edades, incluso millennials y centennials, continúan encendiendo y sintonizando mayormente la TV abierta. Lo de hoy es decir que se prefiere informarse en las redes sociales con todo y sus bots y fake news o en los ‘medios alternativos’ aunque una buena parte de ellos no cuentan con cobertura de noticias como tal sino únicamente con opiniones en muchas ocasiones desinformadas o sesgadas.
En cuanto a entretenimiento en video sucede lo mismo. Hoy está mal visto reconocer frente a las visitas que se es un televidente. Lo políticamente correcto es ser asiduos consumidores de SVOD (por suscripción), AVOD (acceso gratuito soportado en publicidad) y otras opciones de ese tipo. La verdad es que todavía en este momento ni la producción más vista de esos servicios le llega siquiera a los talones en audiencia a un programa popular de TV abierta comercial.
En este tema la paradoja tiene mucho más de ironía. La aversión generalizada por el monopolio, después duopolio y luego oligopolio de la televisión abierta mexicana, ahora está convertida en fascinación por el monopolio, después duopolio y ahora oligopolio, nada más que extranjero e igual de mentiroso, enajenante y manipulador al punto de que una de sus apuestas es al consumo compulsivo de series de ficción en maratones prolongados de capítulos continuos al día. Producciones que, por cierto, tienen una calidad impresionante en cuanto a tecnología, efectos y arte visual pero en contenido siguen los mismos paradigmas y arquetipos que la televisión ha usado prácticamente desde que existe.

Pero no nos desviemos del tema. La todopoderosa TV de antaño tiene mucha responsabilidad en su propio descrédito.
El portal especializado en recopilar información periodística histórica DeMemoria.mx rescató hace algunas semanas en la Hemeroteca Nacional una nota del hoy desaparecido periódico El Nacional del 11 de febrero de 1993, firmada por el periodista Alejandro Salazar Hernández, que da cuenta de una reunión que encabezó en las instalaciones de San Ángel ‘El Tigre’ Emilio Azcárraga Milmo, quien dio su grandeza al enorme imperio que fue Televisa en sus años dorados como monopolio, donde hizo algunas de sus declaraciones más tristemente célebres.

La ocasión era para celebrar el inusitado éxito en 40 países de la telenovela Los Ricos También Lloran. Estaba tan contento que no midió su alarde.

Ya encarrerado, para qué detenerse.
“La clase media, la media baja, la media alta. Los ricos como yo no somos clientes porque los ricos no compramos ni madre. En pocas palabras, nuestro mercado en este país es muy claro: la clase media popular. La clase exquisita, muy respetable, puede leer libros o Proceso para ver qué dice de Televisa. Estos pueden hacer muchas cosas que los diviertan pero la clase modesta, que es una clase fabulosa y digna, no tiene ninguna otra manera de vivir o de tener acceso a una distracción más que la televisión”.
Todavía más:

El escritor y poeta ganador del Premio Nobel de Literatura 1990, Octavio Paz, dijo al semanario italiano L’Espresso en 1995: “En un futuro sería necesaria una televisión para las minorías, para los que leen. También la ‘élite’ requiere de una televisión propia. Si no es así viviremos solo el lado bárbaro de la TV”, declaración que reprodujo el periódico Reforma el 13 de octubre de ese año.

Leyéndolas a la distancia, esas palabras de Octavio Paz también tenían un componente de prejuicio bastante grande ¿no? Queda claro que las clases sociales más desafortunadas no tienen acceso a suficientes oportunidades educativas pero ¿son estúpidas? Al final del día, si algo ha demostrado la llegada de los SVOD, más accesibles para la clase pudiente, es que en general ellos están muy lejos de preferir contenidos siquiera un poco más cultos.
Seamos honestos y autocríticos. Hoy tenemos mucha más tecnología, opciones de información, inmediatez y libertad de expresión, pero como sociedad la verdad es que no hemos cambiado mucho. Simplemente volteamos hacia otros oligopolios, los que controlan los SVOD y las redes sociales con bots, fake news, marketing con inteligencia artificial y muchos otros recursos, que son monstruos igual o más manipuladores, bastante más grandes, multinacionales y con muchos más intereses contrarios a los nuestros.
Necesitamos volvernos realmente más observadores.